El equipo que hoy trabaja en SADARN, al cual tengo el honor de liderar, despidió este año a su fundador y máximo referente: el Profesor Emérito Dr. Eduardo A. Pigretti.

El pensamiento de nuestro fundador será motivo de otras publicaciones, pero queremos aprovechar esta oportunidad para contarles la manera en la que esperamos cuidar su legado.

Vemos con mucho interés que, a pesar de las enormes dificultades para la subsistencia que los seres humanos seguimos poniendo frente al planeta y a nosotros mismo, existen algunos vectores de transformación que siguen alimentando la esperanza en un mundo no muy distinto al que conocemos, para el disfrute de las próximas generaciones.

La Pandemia de Covid-19 sin dudas esta trastocando estos vectores, pero tendrá un fin y, cuando pase, dejará el foco puesto en dos cuestiones: la social y la ambiental.

La cuestión ambiental estuvo históricamente relacionada con la difusión de la conciencia ambiental. Así ocurrió con el contexto en el cual adquiere renombre el libro de Rachel Carson Primavera Silenciosa o la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano celebrada en Estocolmo en el año 1972. Sin embargo, implementar esos valores compartidos por casi toda la humanidad, ha resultado ser una tarea compleja.

En una de sus entrevistas radiales, Borges realizo la siguiente reflexión: “El Estado es el enemigo común ahora; yo querría, lo he dicho muchas veces, un mínimo de Estado y un máximo de individuo (…). Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir”.

En nuestro análisis de situación vemos con atención el surgimiento de un hombre sustentable, una idea que tímidamente advertimos en el trabajo Daño Ambiental del año 2014, reordenando sus valores cotidianos con independencia de las tendencias políticas, que por momentos abusan de una problemática respecto de la que todos estamos de acuerdo: necesitamos del planeta para vivir y para que nuestros hijos y nietos vivan.

La preocupación por la cuestión ambiental que surge a partir de la década del setenta, y que es uno de los objetivos de SADARN, es parte de los   mismos valores que se encuentran en los orígenes del Derecho Ambiental moderno y que actualmente están siendo redefinidos por la sociedad.

Al mismo tiempo, y luego de diversos escándalos empresariales, asistimos al desarrollo de nuevas tendencias por parte de las empresas, que van más allá de la legalidad y buscan respuestas y estándares que escapan el limitado, pero necesario, formalismo del cumplimiento normativo o de los reportes e índices de sustentabilidad.

Estas nuevas tendencias implican establecer un tono en la organización que, desde lo más alto, imponga un cambio cultural que conlleve la armonización entre el desarrollo y el ambiente, asegurando el cumplimiento de los requisitos legales y los éticos. En la misma línea se mueven los grandes líderes políticos como Angela Merkel.

 Las proyecciones de estas nuevas tendencias son enormes. Pasaremos de ver empresas automotrices que intentan engañar con software para evitar una regulación, como lo muestra el primer episodio de la serie Dirty Money dirigida por Alex Gibney, a empresas automotrices preocupadas por la trazabilidad de las materias primas con las que deben construir los autos del futuro.

Estas dos incipientes tendencias y más importante aún, su convergencia, tienen un potencial transformador enorme que seguramente termine impactando en la política nacional e internacional que siempre nos sorprende con sus diagnósticos, pero que pierde por momentos la capacidad transformadora que el problema requiere. Si se sumara la política, podríamos estar finalmente en presencia del inicio de la extinción del Derecho Ambiental en manos de un hombre sustentable, una empresa ética y, posiblemente, de políticas a favor del planeta que reconozcan e integren la dimensión humana.

La luz que vemos al final del túnel contrasta con algunos diagnósticos complejos, no solo relacionados con el planeta, sino también con el hombre que lo habita. En este sentido, son interesantes las líneas de orientación y acción que propone el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Sí.:

  • El estado actual del mundo es consecuencia de la particular situación por la que está atravesando el ser humano. Y esto nos lleva a una cuestión medular: cuál es la situación del hombre respecto del ambiente.
  • Las cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces.
  • Hacen falta marcos regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones intolerables, como el hecho que empresas o países poderosos expulsen a otros países residuos e industrias altamente contaminantes.
  • Urge la presencia de una verdadera autoridad política mundial.
  • No solo hay ganadores y perdedores entre los países, sino también dentro de los países pobres donde deben identificarse diversas responsabilidades.
  • Son funciones impostergables de cada Estado planificar, coordinar, vigilar y sancionar dentro de su propio territorio.

Asimismo, el Sumo Pontífice le asigna un rol fundacional al derecho, al señalar que: Un factor que actúa como moderador ejecutivo es el derecho, que establece las reglas para las conductas admitidas a la luz del bien común. Y que dado que el derecho se muestra a veces insuficiente debido a la corrupción, se requiere de una decisión política presionada por la población.

El mayor potencial de desarrollo se encuentra en la propuesta del Papa Francisco respecto de cambiar el modelo de desarrollo global: ya no basta con conciliar el desarrollo y el cuidado del ambiente, sino que hay que redefinir el progreso. Sobre este punto el sumo pontífice es fulminante al señalar que “el discurso del crecimiento sostenible suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una serie de acciones de marketing”.

La tarea que queda por delante es titánica, pero pocas organizaciones tienen el faro que nuestro fundador nos brindó:

La noción de calidad de vida, se vincularía a un concepto superior de felicidad, objetivo hacia el cual el hombre tiende en todo su quehacer vital.

La visión del Profesor Emérito Eduardo A. Pigretti y su legado nos invitan a renovar el compromiso por la necesaria revolución para que, tal como prescribe el Articulo 41 de la Constitución Nacional de la República Argentina, “todos los habitantes gocen del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y para que esos mismos habitantes puedan adecuadamente cumplir con su deber de preservarlo”.

Eduardo Andrés Pigretti